sábado, 25 de diciembre de 2010

LA NOCHE BUENA SE CONVIRTIO EN NOCHE MALA, O POR LO MENOS EN NOCHE SOSPECHOSA

Aquella Religión/ Capítulo 12
¿Creencias religiosas?
_ Creo en la lucha armada y en la revolución. –contesté”.
Como todos los niños, yo también adopté las creencias de mis padres, aunque por supuesto, no las consideraba creencias, ni tenía conciencia de haberlas adoptado. Sencillamente, era la única forma lógica de existir y así contestaba cuando alguien me preguntaba, cuál era mi religión.
Debes decirlo con voz firme y segura” me dijo mi madre el día de mi inscripción en las filas de los pioneros.
Creo en la lucha armada y en la revolución”, me hizo repetir varias veces para que lo aprendiera de memoria. No entendía nada, pero imité el mismo énfasis, la misma entonación con calcada imitación, hasta que llegué a querer aquella frase. “El orgullo tiene que sentirse cuando lo dices”, me decía.
Tampoco entendía la reacción del interlocutor. La mayoría de las veces se quedaba pasmado de sorpresa y luego de algunos segundos de reflexión delante de la planilla, intentaba resumir mis palabras para lograr llenar la pequeña casilla correspondiente a la respuesta. Recuerdo no estar satisfecho al ver que inscribía sencillamente “no” o “ninguna” y en el papel no quedaba reflejada mi rebelde misiva.
La respuesta más corriente a esa pregunta por aquellos años era, “ninguna”. En la Cuba de los años sesenta, setenta y hasta parte de los ochenta, muy pocos se atrevían a confesar sus creencias. Las religiones se habían convertido en disidentes, no tanto perseguidas pero sí mal vistas, y aquellos que tenían aspiraciones personales, profesionales o solo existenciales, no tuvieron más remedio que esconder sus reliquias debajo de la cama.
Otras veces, el interlocutor se mataba de risa con mi frase, sobre todo cuando se trataba de un contexto informal, pero mi respuesta era invariable, no importaba el momento, aunque me hubiese preguntado el bodeguero.
_ ¡Ay niño, pero qué belicoso eres!
Y corriendo fui a preguntarle a mi madre que quería decir eso de belicoso, extrañado y orgulloso de provocar con una simple frase reacciones tan diferentes.
Desde los siete años, así, en cada inscripción, conversación, entrevista, papel, encuesta y dondequiera, esperaba y deseaba que me hicieran la famosa preguntica: “¿Creencias religiosas?”, loco por deslumbrar o asustar, hasta ya adolescente.
También aprendí desde pequeño a detectar aquellos pocos que confesaban no pertenecer a mi religión, y aprendí a mirarlos como rarezas y hasta con cierto desprecio. Recuerdo el día que Alipio, se quitó la camisa durante el curso de Educación física y descubrí que de su cuello colgaba una pequeña cruz dorada. Aquello me dejó alelado. Había visto ese signo en el tope de los altos edificios que llamaban iglesias, --los cuales nunca había visitado-- en algún libro de antes de la revolución, en casa de mi abuela porque era vieja, pero en el cuello de un compañero de aula, nunca lo sospeché. En casa me explicaron que, al igual que abuela, eran niños que creían en muñequitos que hacían colgar de las paredes, a los cuales les hablaban y le pedían cosas. Así quedaron absurdos e ilógicos esos otros. No eran malos, eran antiguos como mi abuela y un poco raros.
Recuerdo también otra compañera de clases que no saludaba la bandera, ni cantaba el himno, ni decía a coro nuestro lema: “Si avanzo sígueme, si me detengo empújame, si retrocedo mátame”. Todos los niños del aula gritando a voz en cuello con galillo prepubertal, emulando con las demás aulas, y ella permanecía inmutable, como si no estuviera. La recuerdo bien, pero no me acuerdo de su rostro porque nunca más la miré por ser tan rara. De ella me explicaron que era Testigo de Gehova, esos no usaban muñequitos, pero también creían en seres que vivían en las nubes, se oponían a la ciencia y no respetaban a la patria.
Mi hermano, se inventó sus propios Santos. Eran una pareja de niños que llamó Usilinga y Maristaca que estaban presentes en cada uno de sus actos. “Lo hice porque Usilinga me dijo que podía, pregúntale si quieres”, justificando cualquiera de sus locuras infantiles o “No fui porque Maristaca me dijo que no fuera”, y llegó hasta deformar las evidencias: “Fue Usilinga quien pasó y rompió el jarrón”. Conversaba con sus dos personajes invisibles y les atribuía la causa de todos sus actos.
Mis padres tenían un dios vivo y bien presente. Los católicos esperaban el domingo para ir camuflados a la iglesia y oír las palabras de un representante, nosotros teníamos nuestro dios en carne y hueso casi todos los días en la televisión. Joven, alto, fuerte, elegante, también lucía una barba y también soltero como imagen única, y siempre vestido de verde olivo. Hablaba durante horas de cosas serias, a las cuales mi padre prestaba meticulosa atención, y hacía comentarios rápidos entre los pequeños silencios o pausas ortográficas, siempre rellenas de ovaciones de aplausos, casi automáticos pero manuales. Aprendí a esperar el final de aquellas largas intervenciones sin chistar. Cuando nuestro dios hablaba, no había, ni debía haber nada más que hacer, solo oírlo, y su voz resonaba en todo el barrio como un eco de montaña, puesto que de los televisores vecinos, encendidos con alarde a todo volumen, nos llegaba el sonido de su escalofriante voz con segundos de retardo. En esos momentos, todo excepto escuchar se llamaba “falta de respeto”. A veces nos dejaban jugar, siempre y cuando fuese en silencio y al primer debate el juego era dispersado y terminábamos mi hermano y yo, obligados frente al televisor, sin poder entender la razón de por qué nuestro dios estaba siempre tan bravo, y gritaba con voz crispante y profunda. Aún sin entender una palabra, sentía la emoción y el inmenso respeto que le profesaban mis padres, y mis poros infantiles se erizaban. Años después, esto llegó a ser un reflejo condicionado perfecto y todos mis pelos, hasta los del cráneo, se crispaban de solo escuchar su nombre.
A pesar de la adoración que sentía, me aburrían aquellas repetidas retrasmisiones del discurso que muchas veces ya había vivido en vivo y al directo. Las estaciones del año prácticamente inexistente en el caribe eran marcadas por aquellos actos políticos, y se hablaba del antes del discurso y del después del discurso. Las fiestas y fechas religiosas fueron prohibidas y remplazadas por fiestas en fechas patrióticas. La “Noche Buena” se convirtió en noche mala o por lo menos en noche sospechosamente ordinaria. Los Santos fueron remplazados por Mártires y Héroes nacionales y extranjeros de países socialistas. Los días festivos, íbamos a la plaza o bien al trabajo “voluntario”.
A las guirnaldas de luces intermitentes del viejo arbolito de la antigua navidad, mi padre les daba forma de estrella y la alumbraba sobre el techo de la casa, cada 26 de julio y 1ro de enero. La nuestra era la casa más alta de la colina y estábamos orgullosos de saber que nuestra estrella de colores intermitentes coronaba el cielo del sur de La habana.
El esperado día había sido anunciado durante meses, por todos los medios de difusión. Entre los programas de televisión, en la radio, en el mural de la escuela y de los centros de trabajo, en afiches públicos y bocinas callejeras, en todas las obligadas reuniones de todas las organizaciones de masas, y hasta en el calendario anual. Esa mañana, desde las cinco y media, los vecinos miembros del ejecutivo del C.D.R; entre ellos, durante algunos años, mi padre, recorrían las aceras pregonando y despertando a toda la vecindad, compitiendo con el canturrear de los gallos, que desde los patios del barrio, se pasaban la noticia como contrapunto en que sucesivamente entran nuevas voces que imitan la anterior.
_ ¡Arriba caballero, llegó la hora de movilizarse!
_ ¡TODOS A LA PLAZA CON FIDEL! -gritaban desde la calle.
_ ¡De pie revolucionarios! La revolución nos espera.
Minutos después, se oía venir el carrito con altoparlantes, que días anteriores había pasado por el barrio vociferando consignas y recordándonos la cita, esa mañana pasaba sonando himnos y marchas de combate, acompañando al locutor que, gritando, incitaba la mañana. A mí me encantaba todo aquel barullo, ver la ciudad entera levantada rotunda y súbita antes del sol. Inmediatamente encendíamos las luces del exterior de la casa para responder al llamado lo antes posible. Cuanto más rápido mejor. De lo contrario, se corría el riesgo que los vecinos del ejecutivo de dirección de la calle, se detuvieran frente a la casa a llamarnos por el apellido familiar.
Bueno, bueno, ¿qué pasa con la familia Pérez?”, o bien empezaban a gritar nombre por nombre los integrantes de la familia retardada, ya avergonzada antes del alba, y aquello provocaba comentarios durante varios días. Unos minutos de retardo sin lógica justificación y podían empezar las dudas sobre la verdadera motivación revolucionaria.
Ese día, no había escuela, ni transporte público, ni bodegas, ni tiendas, ni iglesias, nada. A las siete de la mañana, nos encontrábamos con los cientos de vecinos del reparto Apolo y Víbora Park, en la calle Maria Auxiliadora, frente a la escuela secundaria Rafael Carini, donde las guaguas del transporte urbano paralizado, se reunían para hacer el único trayecto autorizado: Llevarnos a la plaza. Le llamaban el “punto de control”, y era literalmente eso. Cada presidente de calle, el llamado “Comité de defensa de la Revolución” (C.D.R.) apuntaba en una lista los presentes según íbamos montando en el ómnibus correspondiente. Hubiese sido más fácil anotar los pocos ausentes, pero el orgullo de ver nuestro nombre en la lista nos hacía sentir importantes, y además, al regreso, tendríamos derecho a ganar el bono de “presentes” o el estandarte rojo que colgaríamos con orgullo a partir del día siguiente en nuestra camisa escolar.
Las guaguas nos conducían a otros puntos en las proximidades de la Plaza de la Revolución, a solo unos pocos Kilómetros, donde nos reuníamos con el resto de los vecinos de los diferentes barrios y repartos del municipio Arroyo Naranjo. En ese punto de aglomeración, éramos miles. Una vez todos reunidos, comenzaba la marcha combativa de nuestro municipio hacia la enorme explanada coronada por el monumento a la Revolución. Cada municipio entraría a la plaza por axos diferentes, y ocuparía en la misma, áreas diferentes. La organización era perfecta. Entre barricadas se marcaba el camino inconfundible, allí llegaríamos a ser un millón. Cuando niño me ataba fuerte a mi madre por miedo a perderme. Adulto, luego de hacerme remarcar por los jefes inmediatos del trabajo o de la calle, según el que hubiese convocado para esa ocasión, buscaba perderme.
La marcha hacia la plaza era como todas las tareas, una constante emulación. Todos empeñados en llegar a ser el municipio habanero más combativo, el más abnegado, el primero, el más organizado, el más revolucionario, lo que se podía traducir como el más histérico y escandaloso. Gritos y gritos de consignas revolucionarias acompañados de tambores, de trompetas, silbidos y matracas. “CUBA SI, YANKIS NO”, “PA’ LO QUE SEA FIDEL PA’ LO QUE SEA”, “COMANDANTE EN JEFE, ORDENE”, “SOCIALISMO O MUERTE”.
Se distribuían diferentes banderolas de papel: cubanas, rojas, otras roja y negra que era la bandera del movimiento 26 de julio. Recibíamos también pancartas y carteles.
_ Dame la efe! -gritaba un enardecido.
_ ¡EFE! -respondíamos todos.
_ Dame la i.
_ iii. -todos a coro.
_ ¡Dame la De! –con el cuello lleno de venas.
_ ¡ Deee!
_ ¡Dame la E! -atizando y excitándose cada vez un poco más.
_ ¡Eeee! –gritábamos todos casi unísonos.
_ Dame la ele.
_ Eleee.
_ ¿Qué dice? -preguntaba en medio de su clímax.
_ ¡FIDEeeL!!!
_ No se oye! -incitando a la locura.
_ ¡FIDEEEeeL!!!. -el pueblo desgalillado.
_ ¡Repite!
_ ¡FIDEL, FIDEL, FIDEL,...! -hasta que se convertía en rumba y salíamos bailando con su nombre.
Granizados, refrescos y algunas chucherías de comer a precio reducido e incluso gratis era otra de las cosas que cambiaban la rutina de aquellos días. No faltaban aquellos que perdían el grupo haciendo colas o intentando atravesar tumultos para alcanzar comer algo antes que el discurso comenzara. En algunas esquinas, disponían pipas de agua potable que utilizaríamos como ducha para refrescarnos. Dios no hablaría hasta la una de la tarde, y era difícil soportar el mediodía habanero, que ponía a hervir el chapapote de la plaza. El ambiente era jovial, alegre, carnavalesco. Unos rumbeando consignas a coro y tambor, bailando una comparsa antiyanqui: “Fidel, (tun) Seguro, (tucún) Al yanki dale duro”, o bien aquello de “Ay malembe, que los cubanos ni se rinden ni se venden, malembe.” Jóvenes trovadores improvisaban peñas por todas partes, interpretando canciones de Silvio y Pablo que todos conocíamos y entonábamos juntos. Múltiples banderas ondulando batidas por el viento. Los balcones adornados para la ocasión abarrotados de espectadores que nos saludaban al pasar. Las parejas de enamorados esperaban pacientes desbordando su pasión sobre el césped. Los piropos llenos de humor no faltaban, ni tampoco las miradas, el toca-toca y la calentazón.
A la una de la tarde, luego de entonar las notas del himno nacional, comenzaba el discurso. Los diez primeros minutos, sus palabras eran calmadas, su voz tenue, simpática y relajada. A veces, hasta hacía reír toda la multitud pero, luego del habitual recuento de los indiscutibles logros alcanzados desde su llegada, empezaba a encabronarse solo, a insultar a todos los países capitalistas, y después de la Perestroika al mundo entero, a prepararnos para resistir, y convencernos de la próxima y siempre inminente invasión norteamericana, a recordarnos descaradamente cuanto le debíamos a él y a la revolución, y disimuladamente lo que nos esperaba si..., gritando con alarde de macho duro y desfachatado.
Nunca menos de cuatro horas. Y mientras más grande el cansancio, más grande la paranoia.
_ Niño disimula que se van a dar cuenta. -me decía mi madre.
¿Cuenta de qué?- pensaba- Del agotamiento, del aburrimiento, de la pérdida del interés y de la concentración, de los vértigos, de mis debilidades, del dolor en los pies, del calor, del hambre?”. Pero como en toda buena religión, hace falta una buena dosis de reprensión, así que, disimula niño. De todas formas, las guaguas para regresar solo estarían en el punto de control al final del discurso, por lo que no había más remedio que callar, aplaudir y esperar.
Solo en algunas pocas ocasiones, faltaría a uno de esos “llamados masivos”, alegando una enfermedad, y pude comprobar lo aterrador que puede ser una ciudad desprovista de sus habitantes. A las diez de la mañana en el barrio, solo el viento parecía estar vivo. El silencio dejaba escuchar el susurro de las hojas de los árboles. Los gatos se paseaban frescos por el centro de las desoladas avenidas y los perros alborotados, asustados de incomprensión. El tiempo parecía suspendido por la ausencia. En algunos portales, descubrí algunos pocos viejos con problemas locomotriz evidente.
Las pocas veces que me ausenté, me sentía pérfido y no podía evitar la vergüenza de no estar donde debía. Si me atrevía a salir de la casa, portaba algún signo claro de mi incapacidad, una mano vendada, o cojeaba, o me ponía la minerva de mi padre al cuello.
Con los años, empecé a comprender el significado de todas esas consignas que automáticamente grité, y la palabra muerte me empezó a sonar como una amenaza y no como un heroísmo. Comencé a buscar respuestas y empezaron los problemas. Mientras mi pensamiento estuvo ligado a la histeria colectiva, todo marchaba bien, la existencia era algo simple y parecía rodar espontánea, sin obstáculos. Poco a poco, sucesos voluntarios e involuntarios me forzaron a ir buscando y comprendiendo mi obligada diferencia, y entonces el mundo se viró al revés. Empecé a temer al desprecio y a la soledad. Comprendí que el rechazo podía venir como un flash, de todas partes, hasta de mi familia. Pero por otro lado, sabía que quería ir a la universidad y que quería llegar a ser o hacer algo, o alguien. Si no gritaba y participaba no podría:
¡EL QUE NO SALTE ES UN YANQUI!”, gritaba un enardecido en cualquier obligada manifestación, y yo saltaba avergonzado de mí mismo por saberme cobarde, vencido y ridículo, pero lo hacía.

viernes, 17 de diciembre de 2010

ANGELITOS MESTIZOS

Que en tiempos de los cristianos ya nadie entiende el yoruba
pero si te duele un callo te vas al médico orula,
y le entonas ese canto que te enseñó tu papá,
lo haces con mucha fe aunque ya tú no entiendes na'.

Negro, hispanófono te hicieron
pero tú nos hiciste cambiar el color del cielo.
Negro, hispanófono te hicieron
pero tú nos pusiste a dar cintura y meneo.

Cuando el cura encontró al babalao
cuando el cura encontró al santero,
no tuvieron más solución que compartir el tablero,
de ahí la virgen de regla, la negra que está en el cielo,
se convirtió en Yemayá como Mercedes en Odbatalá,
y la virgen de Candelaria la hicieron señora Oyá.

Negro, hispanófono te hicieron
pero tú nos hiciste cambiar el color del cielo.
Negro, hispanófono te hicieron
pero tú nos pusiste a dar cintura y meneo.

El cura al entra en la iglesia agua bendita y se persignó
El negro no entendió na' agua bendita y se despojó,
el cura le taconeó,
el negro se arrebató,
de ahí que yo estoy cantando este rico guaguancó.

Coro:
Ya los blancos no están tan blancos
y los negros están cobrizos
y yo creo que vi volando un angelito mestizo.


jueves, 16 de diciembre de 2010

MUJERES OPINAN DURANTE UNA MERIENDA... ES GUAPA, NO ES GUAPA.

_ ¿Vieron ayer a Kelly Minogue en la tele? Qué guapa por tu vida.
_ Ay yo no la veo tan guapa nada, ella se arregla bonito y bueno el maquillaje que usa vale una pasta pero guapa guapa no es.
_ ¿Qué no es guapa? Niña si es guapísima.
_ Yo pienso lo mismo. ¿Te acuerdas cuando estuvo enferma de cáncer que tuvo que pelarse bajito? Ahí sí es cuando se ve que es guapa.
_ Oye sí esa mujer es guapísima.
_ Yo lo que digo es que el maquillaje hace mucho. Mira la mujer de David Bekan, la esa que era de Spide girl. ¿Cómo se llama?
_ Victoria Bekan
_ Esa misma. Esa sin maquillaje es una bruja.
_ Ay qué pesada es.
_ Yo creo que lo que tienen ustedes es envidia, porque guapa o no, el marido está buenísimo.
Risas...
_ Bueno si, no es que sea fea pero guapa lo que se dice guapa es Beyoné.
_ Esa sí que es guapa.
_ Es otro tipo de belleza, no puedes comparar.
_ ¿Beyoncé? Ay cuando yo sea grande quiero ser como ella.
_ Para mi es la más guapa del mundo.
_ Pues para mí la más guapa de mundo es Isabel Presley que tiene como 70 años y está divina.
_ Niña eso es fotosho y cosas de esas, si la ves en persona de cerca te mete miedo.
_ No exageres, esa mujer mantiene un silueta increíble. Ya quisieras tú con 70 años estar así.
_ Niña pero con esos millones cualquiera es guapa.
Risas...
_ Tu sabes una que yo no veo tan guapa nada es Madonna.
_ Bueno, ella no es guapa guapa pero se conserva bien.
_ Ella no será guapa pero tiene una fortuna que te cagas.
Risas...
Y no paró ahí. El tema cogía cada vez más fuerza. Las opiniones cada vez más seguras, como estudiadas metódicamente. Y un cierto orgullo de conocimiento de causa instruida por la tanta prensa comprada semanalmente que detallaba la nueva arruga de cada una de sus ídolos. La palabra guapa-no guapa dio vueltas y vueltas resonando entre las paredes hasta el vértigo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

"Alla en Mantilla" ... extracto del capítulo 9. "Elena se quedó y papá también"

... Una vez a la semana, después de terminar la jornada laboral a las cinco de la tarde, comenzaba la guardia en el policlínico, muchas veces sin electricidad, alumbrados por un quinqué para mí y otro para la enfermera, que debía palpar y pinchar varias veces para encontrar una vena en la penumbra en los casos más urgentes. Además, con pocos medicamentos y, para colmo, sin ambulancia.
Cuando había que hacer un traslado urgente, la enfermera o yo, y a veces desesperados los dos, salíamos a la calzada a parar el primer coche que pasara y exigirle al chofer que lo llevara al hospital Julio Trigo. Y digo exigirle, porque si el chofer no paraba o se negaba, anotaríamos y reportaríamos su matrícula por rehusarse a ofrecer los primeros auxilios y debía afrontar las duras penas de la justicia por semejante delito. Así fue como estuvimos en la obligación de vaciarle las pocas gotas de gasolina del tanque y llenarle de sangre, vómito, pipi y caca, el asiento trasero a unos cuantos coches privados que además, debían irse solos al hospital con el casimuerto, porque ni la enfermera ni yo podíamos abandonar la guardia.
El mayor número de casos en la guardia eran asmáticos, infecciones respiratorias agudas y accidentes vasculares. Pero no faltaron los borrachos, los heridos en riñas callejeras, los accidentados, los envenenamientos e intoxicaciones, y los malcriados que venían noche tras noche a joder gratuitamente.
A las ocho de la mañana, hacíamos el cambio de guardia, y partía Mantilla adentro a buscar mi intrincado consultorio y continuar la jornada sin nada que desayunar. Pero bueno, vamos a ver, que no me estoy quejando de trabajo, ni de dificultades, peor es no tener. De lo que me quejo, y permítanme porque ahora puedo, es de no haber podido manifestar mi descontento en paz y construir en la oposición, de no haber podido poner en práctica la categoría filosófica de la lucha no antagónica de los contrarios como base del movimiento y de la dialéctica, tal y como me habían enseñado; del destino estrechamente diseñado y obligado o la trasgresión directamente delictiva. De no poder exigir justo la necesidad de que arreglasen la aspiradora de secreciones en el cuerpo de guardia sin ser visto como un desconsiderado al esfuerzo revolucionario. Toda crítica era un atentado a la paranoia nacional. Los omniculpables: el bloqueo y los traidores. Y la cantaleta de los estudios gratis, ya no la podía soportar. Sin pantalones y con hambre, tenía la sensación de estar pagando por sustracción hasta los estudios que mi abuela no realizó en el siglo diecinueve. Los médicos y los ingenieros se fueron convirtiendo en contrabandistas y en taxistas. Yo lo tenía claro. Si lo de la lancha no marchaba y no me iba por equis o por be, lo mandaba to' pa’l carajo y me iba a vender Durofrio o Pirulí, porque mis experiencias como jinetero nunca sirvieron. No sabía pedir, ni regatear, ni engañar, así que al final los extranjeros me jineteaban a mí.
Aquel día, cumplí con mis visitas vespertinas, apurado, hambriento y de mala gana, y me fui rápido a casa. En la noche regresé donde Elena que me había mandado a buscar. Salí de casa antes que oscureciera, porque esa noche a ella le tocaba el apagón.


viernes, 3 de diciembre de 2010

VICTIMAS CULPABLES Y ASESINOS INOCENTES

EL mismo día que llegó a La Habana lo mataron a puñaladas. Cuando me enteré, luego del pesar que la noticia me causó, tan joven, tan lindo, tan fuerte, tan vivo, una pregunta maquiavélica me asaltó: ¿Fue la muerte tras él o él tras la muerte?
Vivía en Barcelona desde hacía diez años. Vivía con su mamá que finalmente había logrado traer. Podía decirse a simple vista que era feliz de esa supuesta felicidad que gozan los expatriados. Tomaba zumo en el desayuno y yogurt de sabor, tenía un teléfono movil y limitaba las llamadas a Cuba, se compraba ropa en rebajas, y cuando se las probaba, pensaba cómo se vería con ellas en La Habana, qué se diría de él al pasar con esa coba por las calles del barrio. En fin, aparentemente vivía en Barcelona pero no, en realidad pernoctaba, era un zombie sonriente, sonambulaba y sobretodo esperaba esos diez o quinze días anuales de vacaciones en la isla para despertar. Seis meses para hablar de su último viaje a Cuba, seis meses para hablar de su próximo viaje a Cuba. Al fin alguien que lo siguiera con la mirada y que le dijera un piropo, -ay un piropo, cuánto extrañaba un piropo- que lo descubriera en la noche y lo intentara seducir, que le abrazara con sudor y lo besara con fuego, que lo oliera con deseo, que lo mordiera suavemente y que luego le hablara en su lengua, en yoruba, en habanero, con la lengua medio quieta y la boca medio abierta, que le hiciera reír...
Pero, él sabía que en Cuba ya no era uno más. Que ya nada era real, ni siquiera ese febril deseo por el cual esperaba todo el año. Que había dejado de pertenecer y que esas miradas que lo arropaban eran falsas, que los piropos no eran canciones sino puro artilegio. El lo sabía pero siguió yendo. No solo siguió yendo sino que se aficionó y corrompió en el juego. La seducción desde el poder. El por soledad, el otro por necesidad, que comience la partida.
Lo mataron el mismo día que llegó. Nadie sabe y quizás nadie sabrá quién ni por qué, solo el cómo: Mucha sangre, sus manos estaban intactas, ni siquiera tuvo tiempo de hacer por defenderse, lo despojaron de sus pertenencias, dos cadenas de oro, dos sortijas y un brazalete, el reloj y la cartera. Otro caso para Mario Conde. Otro crimen de una víctima "culpable" del cual nadie hablará porque Cuba es un secreto maldito, es un silencio, un velo de acero, un no estadísticas, un sin lugar.

viernes, 26 de noviembre de 2010

De una trampa a otra.

Cada naufragio de los tantos infructuosos intentos que hizo por salir de la isla, le fueron llenando de asco, y los últimos meses antes de lograr escapar recuerda que fueron nauseabundos. Nadie podía atreverse a decirle que hubo jamás algo positivo de su vida allá dentro. El encierro era lo único que recordaba. Los barrotes de mar. El futuro pre-programado y enclaustrado, los vigilantes, los deberes y obligados compromisos convertidos en cadenas, el miedo a decir, y la asquerosa frase de Socialismo o muerte retumbaban en su cabeza como único recuerdo de aquel pedazo de tierra que lejos reaparecía en pesadillas que le hacían despertar de un brinco, tembloroso y sudando, y solo cuando se asomaba a la ventana de su piso en la azotea y veía los tejados llenos de antenas parabólicas libres, volvía su respiración a calmarse sabiendo que finalmente había logrado dejar toda aquella mierda atrás. Libre de slogan y de consignas y de politiquería patriótica, sin embargo, nunca pudo escapar de eso realmente. Una vez del otro lado, le toca probar su derecho a asilo, y muchos veces tuvo que defenderse de izquierdistas pro castristas que le llamaban gusano. ¡Coño, tan lejos! Vaya lío que tuvo que armar para defenderse de aquellos chilenos, que al final tuvo que denunciar a la policía porque le habían prometido una paliza por traidor en plena europa. Uno de ellos le dijo, "Tanto que ha hecho Fidel por los negros y mira a este traidor". O sea que por ser negro debía tener menos derecho a estar en contra. La palabra socialismo le irritaba tanto que se puso todo lo que pudo al extremo opuesto. Al principio era solo una reivindicación de su derecho a ser un contra. La lucha por los derechos del negro no era asunto del estado cubano ni se inventó en Cuba. Y el hecho de poner a un blanco y a un negro en la misma emulación por ganar el bono para poder comprar una lavadora rusa si demostraban ser buenos revolucionarios, no era igualdad sino igualitarismo. Miserabilismo. Qué no le hagan un cuento esos pendejos que de todas formas le van a colgar la palabra gusano dentro o fuera. Pro Bush, porque Bush le da caña a estos de izquierda, y la izquierda él la conocía mejor que nadie. Se volvió puro cinismo. Hay dos putos bandos, lo demás son violines desafinados. Hay uno que coquetea con Fidel y sus mentiras, otro que no, pues al que no, y con todas sus letras. Que si están en contra del aborto o no, más me da, yo no voy a parir nunca. Que si matrimonio gay y derechos sociales. A cagar. Yo no me quiero casar, se decía, y en Cuba hay más homofobia que aquí. Su vida no era una cuestión de estadísticas, sino la de él. Adoptaba y lograba entender siempre la posición del conservador, por muy incómoda que esta fuera, y se fundió en el liberalismo que confundió con libertad. Huyendo del pluralismo se hizo más que individual. Se montó un negocito y no le fue mal. Se trajo a su hermana, se compró un buen coche, se compró un perro vacunado, fue a la embajada cubana y compró su pasaporte, aquel que había entregado a la ONU cuando pidió asilo, y cada dos años compró su pasaje para ir a ver a su madre, y de paso alquilaba un coche y se iba a conocer los paisajes de la isla que viviendo en ella no pudo ver. Cuba detrás del aire acondicionado y cristales matizados, igual que hacen los rubios.
El liberalismo que posibilita el triunfo es lo que más claro le hace. Cuanto más dinero menos oscura es la piel, y en esto convirtió su venganza.



jueves, 18 de noviembre de 2010

AMIGOS DE ANTES DE.


Esta tarde estuve en casa de un amigo que conozco desde el pre. El vive con su amigo. Me invitaron a pasar y nos sentamos en el amplísimo y confortable sofá del salón, justo frente a la Tele, encendida, a bajo tono, casi inaudible pero, de vez en cuando, cuando coincidíamos en un silencio, se escuchaba un alarido. Miro la pantalla. Tele 5. "Salvame". Eran los habituales presentadores, que como de costumbre, se burlaban unos de otros y se chillaban otros a uno. Hago un comentario cínico, como siempre, estilo: Ñoo, eso vuela bajito. En ese momento, suena el teléfono. Mi amigo pierde su calma. Se deshace de la mano cariñosa de su amigo que acariciaba su pie mientras hablábamos. Me dice irritado por encima del timbre que estaba harto de esa llamadita. Y antes de contestar me dice: Esta va a saber lo que es bueno. Respira profundo, descuelga el móvil, responde sereno. Dígame. Un silencio. Oyeme chica, ¿yo no te dije que yo estaba trabajando? ¿Cuántas veces al día me vas a llamar para hacer publicidad? Otro silencio. Ah tú me vas a decir que ese es tu trabajo. Llamarme 7 veces cuando te da la gana para decirme que cambie de compañía. Eres una tiñosa. Otro silencio. Pues si ese es tu trabajo, cámbiate o vete pal paro, pero a mi me dejas tranquilo, que si me quiero cambiar de compañía yo me la busco. Así que chao. Colgó y volvió a serenarse. Volvimos a Cuba. Retomamos el tema de su viaje súbito. Que estaba obligado a ir porque su mamá estaba enferma. Que le llevaba medicinas. Una fractura espontánea. La gravedad nos atrae, casi nos aplasta. Vamos al centro de la tierra, me pregunta: ¿Cuánto puedes mandarle esta vez a Maria Antonia? Para eso habíamos quedado. Maria Antonia es otra amiga de antes, del antes de. Ella nunca pudo irse. Quién lo iba a decir. La más bella de las bellas. Que cuando se quitaba el uniforme y se aparecía en una de nuestras fiestas estudiantiles de la facultad de Medicina, llegaba sobre sus talones, relevando revelando sus formas morenas, unas argollas a medio cuello y su pelo engatusado. Era una aparición. Ninguna mirada podía evitarla, ni la de un ciego porque este oiría su pisada. Qué ritmo tenía, o tiene Maria Antonia.
Ella se quedó en Mantilla. Aún es médico de la familia en Mantilla. Hace 18 años que no nos vemos. Su casa se está cayendo. Mi amigo viajará en la máquina del tiempo. Le llevará también mi abrazo.
Y luego, con la misma, me mira a los ojos y me pregunta, ¿y tú, cómo vas? Y me escucha contarle cómo ando.

martes, 16 de noviembre de 2010

EL NEGRO TIENE SU RUBIA

Tongui nos llamó para ofrecernos un contrato. Al fin. Desde septiembre 2001 nadie nos llamaba para nada. Todo el presupuesto para la cultura fue súbitamente restringido, y aunque nosotros no éramos cultura propiamente dicha, sino animadores tropicales, fuimos recortados de cuajo. Todos los contratos próximos, incluyendo aquellos de soirées y cocteles privados desaparecieron de un día para otro, y el teléfono dejó de sonar.

Cuando Tongui nos llamó saltamos de alegría. Nos aclaró que debíamos ayudarlo un poco en la organización del evento, y que por ello nos pagaría 50 euros más. Super. Un total de 150 euro. Dijimos que sí de inmediato.

Tongui no era músico, ni siquiera tenía ritmo, pero como era negro como un tizón ningún belga puso jamás en duda sus dotes que supuestamente “llevaba en la sangre”. Solo el resto de los músicos sospechábamos que debía padecer alguna disgracia sanguínea.

Por supuesto, tocaba la percusión, y aunque el desmadre que armaba era tremendo, lo hacía con tanto entusiasmo, con su inagotable sonrisa blanquísima y amplia hasta los molares, y de vez en cuando gritaba en el micrófono: AZUCAR, que era lo único que sabía decir en español, y el show estaba garantizado.

Dos cosas tenía Tongui a su favor. Una era el color de su piel y el de sus camisas floreadas, y la otra era la esposa rubia que tenía que se encargaba de ser intermediario entre los organizadores y él, y esto último resulta primordial. A un organizador blanco, rubio y de ojos azules, le es mucho más fácil firmar un contrato con una blanca, rubia de ojos azules que con un negro músico, en este caso, animador. Yo por mi parte también tenía mi rubia que organizaba mis cursos de baile.

Esa noche, cuando llegamos a la fiesta, supimos en qué consistía la ayuda suplementaria por la cual estábamos pagados 50 euros más. Antes de tocar, debíamos disfrazarnos de hawaiobrasilatinos, con sombrero de pajas, collares de flores plásticas, las muchachas con bikini brillante, plumas y frutas en la cabeza, y sosteniendo bandejas con canapés, recibir en la puerta muy sonrientes a los invitados. Aquello nos pareció humillante y empezamos a protestar, pero Tongui se dispuso a darnos el ejemplo. Se quitó su traje floripondeado, que no era traje sino su vestimenta habitual, se vistió de harapiento, agarró un cajón de limpiabotas y comenzó a pasearse entre los elegantes invitados, haciendo un gesto ridículamente humilde que parecía un saludo japonés, con una sonrisita brillante, ofreciendo su servicio, y terminamos todos asumiendo nuestro papel. Nos disfrazamos, repartimos canapés y después tocamos y, menudo espectáculo que dimos.



jueves, 11 de noviembre de 2010

EL POTAJE DE CHICHAROS

Cocinar chícharos en olla de presión es tremendo lío. Hay que estar siempre vigilante al sonido de la válvula. Si el silbido de pronto desaparece, mejor que salgas corriendo. Quiere decir que un pellejo de un grano se ha incrustado en el centro del pequeño orificio de salida, y luego vendrá otro pellejo, y otro, hasta que la olla no encuentra por dónde evacuar los gases, y mientras más caliente la presión aumenta, tanto que lucha por deformar el metal, y de pronto la válvula de socorro entera con parte de los chícharos sale disparada contra el techo de la cocina. Búmbata. La explosión. Muchas cocinas cubanas tienen la huella en el techo, justo encima de la hornilla, del día de aquel cañonazo que alarmó a toda la vecindad.
Un país es una olla de presión, cuyas fronteras son tan herméticas como las metálicas de la cazuela, o como las de mar.
A nosotros nos cogieron pal trajín. Los capitalistas con su vicio eterno de inyectar tentaciones nos atrajeron con carnada fácil para ganar desafectos para su conquista. Los comunistas con su vicio de pedir sacrificio, enclaustrándonos en el "con o contra", "conmigo o lejos de mí", nos borraron del mapa. Tal y como Fidel quería. Es una danza entre dos, y todos sabemos quién tiene el mando por la cintura, quién coge la sartén por el mango.
Ningún ciudadano de ningún país tuvo jamás el derecho de asilo de un cubano. "Me quiero quedar. Fidel no me gusta". Bravo, uno más. A nosotros tampoco. Bienvenido. Aquí tiene un salario, pagado por los contribuyentes de este país, tienes derecho a salud pública y a escuela gratis hasta que aprendas qué hacer con tu vida.
Por su parte, los comunistas, nos cierran el camino de vuelta considerándonos traidores a la patria cuando dejamos de pagar una contribución en la embajada, y nos cortan de raíz. Nos borraron del mapa. Tal y como Fidel quería. Hay que ver que este tipo tiene ritmo. Pone al mundo a bailar su rumba cuando le da la gana. Pudo abrir su válvula de escape cada vez que la olla se calentaba demasiado, y sacar los chícharos que le molestaban, los pellejuos, los no dóciles que se atragantan, y seguir cocinando su potaje con la misma intensidad de fuego.
Ni Birmanos, ni Guatemaltecos huyendo de la mafia, ni congoleses, ni Palestinos, ni chinos, ni saharauis, ni Afganos, ni Irakíes, gozan ni gozaron jamás de tales privilegios. Ellos huyeron y se escondieron bajo el tranvía, en la escalera del metro, recogieron uvas, aprendieron a hablar como pudieron, comunicando con quienes se atrevieron a dirigirle la palabra, algunos tuvieron que robar, otros que pedir, algunos encontraron trabajo, algunos consiguieron sus papeles.
Fidel y sus enemigos nos hicieron sopa, con condimentos pero sin sustancia. Incluso un día nos sentimos satisfechos de ese hueso viejo y desabrido que nos permitía gozar del privilegio de ser considerados al saltar la verja refugiados de alcurnia.
Pero no nos sintamos culpables sino manipulados. Marionetas fáciles. Pueblo al fin y al cabo. Instrumentos desafinados de radicales de izquierda y derecha que tocan el vals de las ambiciones.
El potaje por supuesto, no quedó nada bueno, pero a la olla le cuesta reventar. Ya se está secando. Casi no les queda agua. El fuego no ha mermado. ¡Se queman los chícharos!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL MARICON DEL PUEBLO

Caminó paso a paso, minuto a minuto, como si fuera ciego, sin mirar realmente dónde pisaba. Cada cosa que hacía era pura improvisación. No tenía ejemplos. No es el de papá, no es el de mamá, no es el de sus hermanos, ni el de los amigos de la escuela.
No hay referencias para un futuro sin historia, sin procreación, para un espécimen que tiene solo presente, un desvío de la naturaleza, un secreto de Disney, un insulto a Dios según la iglesia, una mirada contracorriente buscando reparo.
En el pueblo lo raro irrita, y se mueve como si estuviese desesperado de afecto y atención. El no lo tiene claro, no sabe a dónde ir, no lo (se) acepta. O bien, para convencerse, sus dudas hacen que lo proclame demasiado, que de pronto se convierta en la mariquita simpática del barrio, complaciendo el cliché, dando lo que de él se espera, y entonces sí se siente pertenecer, siempre que fuese para hacer reír con sus monadas, con la promesa encubierta de una mamada.
Un día se fue a la ciudad, y allí sí que vio ejemplos, otros con su problemática.
En cuanto pudo, se mudó al barrio gay. Desde el balcón veía cada día el movimiento de aquel grupo a que pertenecía su diferencia. Sin embargo, estar en pleno centro no satisfacía su soledad. El grupo tiene códigos de acceso. Tiene parámetros y cultura propia, tiene cuartos oscuros propios, tiene una medida de tiempo propia, símbolos propios, ambiciones propias. Para pertenecer, tendrá que aprender.

martes, 9 de noviembre de 2010

HERIDAS, LUEGO RENCOR, LUEGO JAULA

Los cubanos exiliados hablamos de heridas. Unos por concepto propio de vida alimentan el rencor para justificar y entender las curvas del camino. Otros como mecanismo de defensa a la nostalgia, como forma de sentirse atados a la isla. Otros como método de subsistencia, y en este caso, no importa de qué Cuba se trate siempre que su Cuba sea el centro. Con Fidel o sin él. Habla de Cuba y me pagarás por ella. Primero soy cubano luego ser humano. El mundo gira alrededor de ella.
El chovinismo, ese término francés que le debemos al tal Nicolas Chauvin, debería traducirse Cubanismo, porque nosotros lo reinventamos.
Siempre me acuerdo de aquella canción de los Van Van que cantaba Mayito que decía: "A recogerse, que llegaron los cubanos". Y es categóricamente así, A RECOGERSE.
Cuando entramos en la pista de baile, entre vueltas, despelotes y desplazamientos, repartimos codazos a diestra y siniestra. Todo el que baile alrededor corre el riesgo de salir lesionado.
Siempre fuimos así, pero una vez exiliados, inundados por otras culturas, la identidad se convierte en una cuestión de honor. No me confundan con un indio, ni con un africano, y mucho menos con un árabe.
Pienso que esta reinvindicación casi paranoica de la cubanía, es lo que hace que despertemos tantos sentimientos extremos en los otros. Hay quienes nos quieren mucho, hay quienes nos aborrecen.
Quizás sea el hecho de sabernos exiliados definitivos lo que nos obliga a marcar el terreno, como hacen los animales con sus meaditas.
Lo cierto es que, todo el que se aproxime a un cubano conoce las consecuencias. Cuba es el centro de mundo. Allí nació el sabor, allí nacieron las injusticas y, como buen cubano, tengo el mismo problema, sobretodo en el caso de creerme el supersabroso. En cuanto a lo segundo, no.
Juro que esa enfermedad no la padezco. No creo que Cuba sea la injusticia mayor. Y pienso que, cincuenta años después, no se puede hablar de injusticia pasiva. Tenemos lo que merecemos, lo que en algún sentido nos buscamos. Y el primer culpable, soy yo.
¿Qué hubiese sido de la historia de Cuba si todos nosotros, los cubanísimos, los millones de exiliados que estamos esparcidos por el mundo, estuviésemos hoy allá apoyando a Yoanis Sanchez y a las Damas de blanco? ¿Si el valor que pusimos para arriesgar la vida en balsas de fortuna lo hubiésemos puesto en sabotear el sistema?
¿Saben qué? Pienso que otro gallo cantaría.

martes, 2 de noviembre de 2010

Gracias pero... ¿Por qué?

Incluso la bondad quiero entenderla. Recibirla gratuitamente es conmovedor, pero luego quiero merecerla, saber por qué existe, de dónde viene, por qué yo, su teoría, su razón.
No es que necesite grandes teoremas, pero sí saber.
El acto de bondad me invita a decir gracias, pero cuando sé su origen me invita a agradecer. El primero es temporal, el segundo es para siempre.
Quizás fueron las heridas las causantes de esa necesidad de darle sentido con palabras al acto de bondad. Sin duda la vida me ha obligado a pensar que, aunque triste decirlo, no toda es digna de agradecimiento. Que un día di gracias a quien no debía agradecer. Que hay bondades malintencionadas, infundadas, paternalistas, desmerecidas. Que hay "Si" que no valen, y que los hay cobardes, de la misma forma que hay negaciones auténticas y merecidas. Un "No" que es un acto de bondad. Un "Basta" por amor.
Por otro lado, sencillamente, necesito palabras simples para poder ver por dónde voy, hacia dónde y con quién.

sábado, 30 de octubre de 2010

LA MANI-iNFESTACION.


Cuando empezó el boom de la tele-realidad, yo pensé que no duraría mucho. Que habíamos tocado el fondo de la chabacanería y que los padres no permitirían ver cómo se burlaban de sus hijos. Verlos perderse en sueños fútiles y convertirse en las fichas más vulnerables del sistema. Pensé que esto era el último eslabón de una cadena dorada de fantasía carcomida que se despedazaría pronto. Pensé que habría manifestaciones frente a las sedes de las cadenas de televisión, frente al ministerio de cultura exigiendo cordura y respeto, pero no, me equivoqué. La perspectiva de la diversión fue la que dominó. ¡Ave Cesar!
Cuando oí a mis colegas médicos reunirse para discutir sobre las conversaciones “íntimas” y cualidades musicales de algún Ricky Martín copia 6, o una Shakira 10, y discurrir seriamente sobre quién merecía ser "salvado" y quién no, me quedé tieso.
Un criterio importante y que nadie ponía en duda su valor era la belleza física del contrincante. “No puede ganar con lo feo que es”, o bien, "Muy mal vestida(o)". Todos se habían convertido en críticos de "arte".

En la gala 2008 de Operación triunfo, uno de los pretenciosos miembros del jurado, "Diostodopoderoso-tengo-en-mis-manos-tu-futuro-niñato-de-mierda", mirando a todos por encima del hombro, lentamente, hartándose de su poder, le dijo a uno de los participantes: “No importa que seas homosexual, no importa que seas negro, cantas bien y mereces estar en la final”. Y NO PASO NADA. Todo continuó como lo más natural. Nadie encontró en aquella observación un criterio racista ni homófono, y por supuesto tampoco mis colegas científicos que opinaron que era más bien un mensaje de tolerancia. "¡Qué bueno, a pesar de ser negro y maricón será aceptado!" Así van las cosas, bañándonos y sometiéndonos poco a poco a la estupidez hasta dejar de percibirla.

El sometimiento de la cultura es tan descarado que abiertamente se pone a gusto del consumidor, lo cual resulta un círculo vicioso involutivo y decadente, puesto que bajará su nivel para hacerse accesible, vendible, consumible, en vez de incitar y cultivar los sentidos, y el consumidor será por ende cada vez menos exigente.
Me pregunto para qué sirve el Ministerio de cultura si el medio principal de educación social, la televisión, es un instrumento de perversión.
Cada 6 horas un anuncio de 10 segundos: "Llame al 016 cuando su marido la despetronque", dice una publicidad en medio de un programa donde dos o más participantes se disputan por obtener una cita con un hombre, gritando una sobre la otra, vaciando sus tripas y contenidos en la pantalla.
La verdad es que convertimos a los jóvenes en marionetas víctimas que pagan nuestra desesperanza y cinismo creciente. Son los nuevos gladiadores en nombre de la diversión. Antes condenados o indultados con el dedo pulgar, ahora con sms a 0,40 euros.
Mis enemigos hoy son esos adultos poderosos que están detrás de los medios de comunicación divulgando groserías, infectando, confundiendo la esperanza, adulando fantasmas y formas sin contenido. Esos “periodistas” vendidos de tele-realidad y programas del corazón que cristalizan el alma y metalizan el amor disfrazándose de ligeros pero saben que es algo muy serio, tanto que de nuestra estupidez depende su bolsillo.
Hasta que punto somos prisioneros resignados, que muchos amigos nacidos en democracia, preocupados por mí, me han aconsejado no hablar de este asunto, objetando que ellos tienen el poder de condenarme al silencio, al entierro como artista.
Otros amigos se asombran al ver que todo esto para mí no sea algo lógico: ¿Pero qué quieres si es lo que vende?. Otros, no tan amigos, me han dicho que lo que me pasa es que siento envidia porque ya estoy viejo y desprovisto de ligereza suficiente para presentarme y pretender ganar en uno de sus concursos: “Si tu dices que eres artista entonces preséntate y gana, y así podrás tener quien te subvencione un disco. Puedes elegir entre Operación Triunfo, El gran hermano, La isla de la tentación, Tienes talento, Sobrevivientes, Factor X, Fama, Tú sí que vales, Supermodelo, La casa de tu vida. La granja, La nouvelle star, y otros muchos. Así que no te quejes, elección tienes".
Hoy son los chismosos lo que están en el podium. Los creadores no son más que piezas invitadas durante cinco agitados minutos, solo si sirven para que ellos sean puestos en valor, y el creador invitado pueden considerarse tocado por el espíritu santo, puesto que gracias a ellos, a su caridad, a su invitación a sentarse en el brazo de su trono, su obra será divulgada. En fin, el poder.
Ya sé que no habrá manifestación alguna, más bien mani-infestación. La gente se manifiesta solo cuando recibe una patada directamente en los huevos, o mejor dicho en el bolsillo. Entonces, buscan en sus cajones algún trapo rojo que pueda servir de bandera una tarde y desde una plaza gritarán obscenidades contra cualquiera que esté en el poder.
Los medios de difusión masiva, y sobre todo el rey de ellos, la televisión, juega un papel primordial en el desarrollo del intelecto social. El poder es tan ilimitado que resulta peligroso sobre todo porque ejerce el control sobre el campo psicológico: Es ella quien establece en la sociedad actual casi todos los patrones de conducta, moral, razonamiento, justicia, esperanza, ambición, actuando como un hechizo colectivo o una hipnosis masiva. De la educación (y por ende de su medio) depende el futuro de la humanidad. (Si alguien duda de esto que le pregunte a Silvio Berlusconi lo útil que le resulta ser dueño de cadenas de televisión).

jueves, 7 de octubre de 2010

VEINTICINCO PREGUNTAS

¿Me concierne?

¿Hasta qué punto?

¿Es cierto?

¿Por qué pasó?

¿Y yo pude hacer algo para evitarlo?

Y ahora que ya es ¿Qué puedo hacer?

¿Cuál es el quid de la cuestión?

Mirando atrás ¿me ha pasado otras veces? ¿Le ha pasado a otros otras veces?

¿Era evitable?

¿Serán mis ojos? ¿Mi forma de ver las cosas? ¿No estarán dentro mis consignas y moralejas incrustadas?

¿No será que alguien pretende hacerme ver con ojos ajenos?

¿Será la sociedad y su tele, la religiosidad y prejuicios que me han dictado la opinión?

¿Y con esa opinión que acabo de formular, estaré de acuerdo mañana?

¿Pero el mañana de quien, el mío a corto plazo o el mañana mañana?

¿Qué diría mamá o papá?

¿Y por qué me interesa ahora lo que piense mamá y papá?

¿Qué dirán mis hijos?

¿Le haría daño a alguien con mi opinión?

¿Con qué intención lo hago?

¿Por mí o por los demás?

¿Soy altruista o me hago?

¿Qué bolá con el ego?

¿Y eso que hago, lo hago bien?

¿Sirvió?

¿Para qué?

...

lunes, 6 de septiembre de 2010

Debatir una "verdad"

Debatir una de esas supuestas verdades, una de esas ideas que adoptamos y pretendidamente concebido, no es algo que se conciba fácilmente. No bastará un diálogo por muy nutrido que este sea, para que decidamos cambiar una "verdad" por otra. Las razones del contrario quizás logren balancearnos, si tienen bases sólidas y si somos lo suficientemente pacientes y humildes para escucharlas, pero raramente lograrán romper las columnas, esos enlaces culturales y neuronales que hilamos. Sobretodo, costará romper el compromisos hecho consigo mismo y con los demás. Antes de eso pondremos en marcha, cual la catedral de México, algún mecanismo compensatorio que nos mantenga en equilibrio.

Los que llamamos "sabios" quizás son aquellos que un día se atrevieron a decir: "Oye, qué interesante. No tenía información sobre ese detalle. Quizás tengas razón. Porque nadie conoce todos los pormenores, cada vez más minúsculos, que mueven el microcosmo de cada universo y, solo un detalle, justo una piedra, puede hacer cambiar el curso de un río.

Debatir una verdad requiere flexibilidad y juventud de espíritu. Ver el pantano que nos sustenta. Lo efímero de las columnas, todas, las nuestras y las de la naturaleza misma. Sencillamente recomenzar. Sencillamente humildad. Simplemente dudar.

Algunas de esas columnas que nos sostienen, están basadas en argumentos sólidos, visibles o palpables, demostrables físicamente pero... qué supone lo visible?. La gran parte de ellas, los pilares principales generalmente, son hipótesis utópicas, ganas, voluntad propia donde se metió el afecto y detrás el ego.

Debatir una "verdad" es una tarea ardua que implica intensos sacrificios. Un cambio íntimo, una determinación a solas después de un largo período de meditación, cual capullo para metamorfosis o huevo para renacimiento y, cuando sale a la luz, comienza la batalla: Ser extranjero. Intentar hacerse comprender por ese mundo que nos rodeaba hasta ese día, el cual habrá cambiado totalmente de perspectivas y para el cual soy, eres, somos, así, de un momento a otro, recién llegados.

Debatir una verdad es admitir la soledad, la individualidad de la puerta.

miércoles, 21 de julio de 2010

Crisis y CRISIS

Bajo la precariedad en que hemos vivido siempre en Cuba, oír hablar de la crisis general del capitalismo era partirnos de la risa. Solo bastaba ver una de aquellas imágenes tan censuradas, un rostro limpio y bien maquillado, un vestido elegante, un coche, piscina privada, un yate, una isla entera privada, etc, que como todos sabemos para algunos no hay límites de abundancia, y desde Cuba nos decíamos: ¿Crisis? ¿Y cómo se llama entonces lo que pasa en el refrigerador de mi casa?
Sin embargo, a pesar de que hay crisis y CRISIS, lo anunciado en las clases de filosofía marxista era cierto. Ya nadie puede ocultar la archimencionada "Crisis general del capitalismo", que como enfermedad crónica y simuladora, cuando se revelaron los primeros síntomas ya el mal había desgarrado profundamente el cuerpo de toda la sociedad, y de pronto solo se oye hablar de heridas y suturas, parches de remiendo y mucha analgesia. Pero todos sabemos que el tratamiento que nos proporcionan las inyecciones temporales de oro líquido, no es más que un cuidado paliativo que servirá para hacer latir un tiempo más el corazón insuficiente del sistema, un tiempo que nos permita hacer la rehabilitación, y poco a poco, la restructuración. Y es ahí adonde quería llegar. La restructuración.
De esto se oye hablar poco, es casi un tema tabú hablar de futuro a largo plazo. Cuestionar las contradicciones del sistema. Ni siquiera los padres más afectuosos se atreven verdaderamente a mirar frontalmente el, ¿qué pasará? ¿qué debemos cambiar? Porque quizás todo el mundo sospeche que se necesita un cambio en nuestro modo de vida demasiado importante para que el sistema resulte sostenible, para poder mirar detrás del horizonte, y el miedo, el ego, y las heridas y decepciones de la izquierda nebulizan las cuestiones hasta el punto que para algunos el simple hecho de cuestionar el capitalismo significa traicionar la disidencia. Este es un punto rígido y al mismo tiempo áspero, "la disidencia del disidente" tema en el cual me detendré en otro espacio.
Hablábamos de crisis y restructuración.
El capitalismo, a pesar de su crisis, es la única formación económico social que no solo sobrevivió al turbulento siglo veinte, sino que se encrudeció y enriqueció. Lo primero, mediante el auge del mercado liberal, la menor intromisión del estado, haz y deja hacer, instando al egoismo y la ambición, supuestamente inherentes al ser humano, como forma de desarrollo, y lo segundo, permeándose, al menos el capitalismo desarrollado, (otra cosa bien diferente pasa en los países subdesarrollados) con ciertos valores sociales que han ido ganándose a la largo de la historia, desde la primera revolución, la revolución francesa.
El temor hoy es pensar que quizás dichas reformas sociales, cada vez más costosas puesto que cada vez somos más y más viejos, ese dinero dedicado a evitar la contradicción implícita en un sistema a la base explotador, no puedan seguir siendo costeables, y los derechos que hoy tenemos nosotros, los privilegiados del hemiferio norte, se vean amenazados y recortados.
Otra tema es reflexionar sobre derechos legítimos y privilegios desmedidos.

jueves, 1 de julio de 2010

LA NIÑA QUE ERA UNA ESPONJA

Siempre fue rebelde, desde que era una comina. La madre decía que era genético, que salió a su abuelo, que nació independiente y segura de sí. O bien, chupaba la teta cuando le daba la gana y pasaba más horas de lo normal mamando, o demasiado pocos minutos porque ella decidía cuando rechazar y cuando pedir más de la cuenta a chillido limpio. Aquello fue creando una ansiedad en la madre que cuando la niña percató, instaló una lucha entre el poder y la víctima, los padres. Retenía en la boca el puré durante largos minutos, y cuando todo el familión, que esperaba alrededor su decisión, pensaba que la niña por fin tragaría, se lo lanzaba en la cara al que se le aproximaba demasiado.
Los padre se asustaron cuando a los tres años, le dijo a Margarita, su cuidadora en el círculo infantil: ¿Qué pinga te pasa? Todo el mundo se quedó tieso. Parecía irreal que de aquella boquita rubia, saliera de pronto, y cada vez con más frecuencia, un rayo que electrificaba a todos, y luego hacía que rompieran a carcajadas asombrados y admirados ante aquel renacuajo mandón que lanzaba aquellas frases con gestos y todo, imitando casi perfectamente a Margarita. La gente decía que la niña era una esponja, y los padres vieron en esto una excelente virtud para su futuro. Nadie pensó que la esponja absorbe lo más próximo que tenga alrededor, que no discrimina, solo absorbe, tanto lo limpio como lo sucio.
A los cinco años le arrebató el peine a su madre y le dijo: Así no me gusta, déjame que yo lo hago sola. Y así fue a partir de entonces. Organizaba solita sus ropas, sus juguetes, y le gustaba que estuvieran como ella los había dejado.
En la escuela obtenía resultados académicos entre promedio y bueno, nunca excelente ni suspenso, lo cual no era motivo de preocupación pero, fuera de la escuela, era un imán. Los vecinos, cuando la veían pasar viniendo de la escuela, conociendo sus dotes, le gritaban palabritas sueltas o la llamaban por otro nombre sabiendo que la niña respondería con el último gesto de chusmería a la moda y la diversión estaba garantizada, mientras la madre reía con verguenza, asegurando para justificarse que nada de aquello lo había aprendido en la casa. ¿Yo no sé de dónde esta niña saca esas cosas?, solía decir.
Todo el mundo decía que la niña era una iluminada, que cuando fuera grande iba a querer cambiar el mundo. Nada más lejos de la realidad.
Algo increíble, y que solo alguien que la hubiese seguido durante el trayecto de su vida hubiese sido capaz de encontrar una asociación entre aquellas gracias de niña y su vida adulta, era la importancia que le daba a las cosas materiales, a sus objetos. Cuando, obligada por las circunstancias, tenía que prestar un juguete o cualquier otra cosa, no le perdía ni pie ni pisada a la persona que lo manipulaba, y en cuanto se cometía el primer error de trato con su artículo, una muñeca por ejemplo, se la arrebataba con toda autoridad satisfecha de dejar claro que no habría una segunda vez.
De un angelito rubiecito y tierno, súbitamente salía un brote de chusmería criolla, alborotando el pelo, meneando los hombros y contorneando la boca con una mano en la cintura.

Cuando los padres dejaron el país y se fueron a vivir a Madrid, se satisfacían de encontrar una razón más para haber emigrado, en el hecho de que la niña cambiase de ambiente, de ejemplos. Tenía ocho años entonces.
El cambio fue brusco, pero, salvo los primeros días que todos estaban aturdidos, ella parecía asimilarlo bien. Se incorporó pronto en la escuela y se comportaba en casa como una mujercita. El día que su nueva institutriz mandó a buscar a la madre, puso al relieve la magnitud del cambio. Le contó que desde que traía la nueva mochila, hacía una semana, no había habido manera de quitársela de la espalda. ¿Y si me la roban?, decía. La madre se sentó a explicarle que ahí no era como en Cuba, que los niños ahí todos tenían sus mochilas, que no necesitaban la suya, que nadie se la robaría. Finalmente lograron convencerla con la promesa de dejarla siempre cerca de su vista.

.... continuará

domingo, 27 de junio de 2010

TU INTUICION FEMENINA

Eso que llamabas intuición femenina, no era otra cosa que "institución del cliché", y hasta racismo puro y duro chica. Cuando la fiesta se estaba acabando, que ya casi todo el mundo se había ido, y se dio cuenta que le faltaba su espejo-lupa, aquel objeto sofisticado y con luz propia que utilizaba para descubrirse arrugas nuevas para luego correr al cirujano a que se las hincara. Pues bien, inmediatamente empezó a discernir sobre quienes eran los posibles ladrones delante de mi. Yo también me preguntaba a quién podía ocurrírsele robar semejante porquería.

Ella sabía dónde dejaba todo, o todo lo que dejó a la vista de los invitados, así que estaba más que segura que se lo habían robado.

Pudo ser Yamila, yo veo en sus ojos la forma de mirar las cosas, además, como está acabada de llegar, todas esas cosas la deslumbran mucho. ¿Tu sabes quién pudo haber sido también? El chico ese que vino con Teresa (casualmente negrito también) o el hijo de Samid, esos muchachos árabes son tremendos. Y después con la misma decía: Bueno, pero no tiene importancia.

No sé por qué decidió excluirme de la lista de potenciales ladrones, al fin y al cabo, yo era un extranjero más. Seguro se trataba de una exclusión temporal debido al hecho que estaba a su lado cuando se percató que faltaba el objeto o porque participaba en su análisis detectivesco. Para sus adentro quizás yo también era un sospechoso, pero como era el mejor amigo de Jose, el sabio del meneo, que se la tiraba de vez en cuando, y yo fui quien se lo presentó, por eso me excluía, digo yo, vaya a usted a saber lo que le pasaba realmente por la cabeza.

En fin, que aquello no era intuición femenina ni ocho cuartos. Yo no me creo eso del "poder femenino" que indiscutiblemente está minado de preceptos culturales e incultos también, pero por demás, lo suyo era, al descaro, discriminación racial. Pa dentro fueron los 5 negritos de cuajo, los 2 semiárabes, y por supuesto, el rumanos.

Todos eran alumnos del curso de salsa que impartía Jose, el sabio del meneo, y ella pa contentarlo, pa'que hiciera promoción para su curso, seguramente esperando que al final de la noche le echara otro palito, se le ocurrió meter a toda esa gente en su casa.

Ahí fue cuando me dí cuenta del esfuerzo sobrehumano que estaba haciendo esa mujer cuando Jose la ponía a bailar y dar cintura en esas vértebras rígidas por la artrosis que aquello parecía más bien el ula ula... ¡Qué ganas de singar!

Lo bueno de todo esto, es que después de haber hablado tanto delante de mí y haber acusado a la mitad de los miembros no europeos de la fiesta, entró Mariana por la puerta con el dichoso espejito en la mano diciendo: "Francis, qué bueno está esto. Me fui al baño que está detrás de la cocina y me estiré las pestañas pa' arriba y me saqué unos pelitos minúsculos que en mi casa no veía. Miren qué linda estoy".

...


martes, 22 de junio de 2010

¿PRO O CONTRA?

Pues ni uno ni otro. Libertad para matizar es lo único que pido.
Sino andamos con cuidado, el extremista, de cualquier bando que sea, nos empuja para que nos situemos al otro extremo a la hora de afrontarlo, y lo hace disparando de forma grotezca su sandez, su poder, su ambición por ganar, sus contradicciones dichas con seguridad absoluta, sus egos, para así asegurarse que se instale en el otro un mecanismo defensofensivo de disparar también.
Pues no, no me castrarán ni Bushes ni Castros. No me volverán absurdo. Seguiré intentando ajustar a escala milimétrica la razón, a pesar de. Que no seré ni liberal, ni igualitarista, ni imperialista, ni totalitarista, ni patriótico. Que seguiré viendo lo injusto del colonialismo, del egoísta brutal que olvida su, nuestra nave, la tierra, del que impone su razón a golpe y vigilancia, del que aniquila el futuro, y lo haré, a pesar de ti y del otro al otro extremo.
¿Por qué ese empeño de reducirme en polo sur y norte, izquierda y derecha? ¿Dónde fueron a parar los partidos ecologistas que al menos defendían una causa que soñaba en perdurar, filtrar nuestra caca inmensa, en nuestros hijos? ¿Por qué no hay un partido que se llame "Duda, Matiz o Puente"? ¿Por qué todos estos payasos se muestran seguros de sí, si yo sé que las piernas le tiemblan como a mí?
Los cubanos, los palestinos y el resto de los pueblos oprimidos, no somos víctimas de un loco, ni de dos, sino del juego de poder entre dos polos extremistas y locos.

domingo, 20 de junio de 2010

LA BELLEZA

La belleza es un lugar sin retorno,

solo accesible a almas sedientas,

que escarban de noche con sus uñas en la arena hasta encontrar el alba.


Y no bastan pupilas ni conos ni bastones,

ni cilios ni tímpanos,

ni olfato ni piel ni receptores.

Solo vive si es palabra.

Entonces existe, entonces recuerdo, entonces siento.
Dicho entonces, concebido el polen, qué vuele al viento.


Y no la harán músculos, ni venas, ni metales, ni piedras
solo letras, solo canto, solo puertas abiertas.
Y no es cuestión de color ni resplandores
que no conozcan el gris, el espanto y sinsabores.

Ni muros ni bloqueos ni sombras,
se filtrará por los poros,
se hará sangre y también salvia,
luego risa, luego flor,
luego aire...
luego arena y al fin, alba.




viernes, 18 de junio de 2010

Y SI TODO FUE UN COMPLOT...

Objetivo cumplido. Hemos aniquilado los artistas reivindicativos. Los pocos que quedan son sexagenarios. Ya no son más que vestigios. Hemos logrado aniquilar la protesta en canción que corría el riesgo de llenarnos las calles de revoltosos. Los negros ya no pretenden ostentar su diferencia sino ser como los blancos. Ganar para pagar por operarse sus narices y bembas, y estirarse los cabellos. Las mujeres por su lado, no solo dejaron de cantar por sus derechos, sino que sobrecumplimos las metas, ahora, cada frase que emiten lleva sexo insinuado, se saben obligadas a presentarse semidesnudas y poner cara de zorra si quieren que les presten atención, tal hembra de harem, pero lo mejor, se creen emancipadas. Objetivo cumplido: la metáfora y cualquier otro recurso poético está completamente fuera de circulación en la cultura popular, y el que la use corre el peligro de ser malentendido. La canción pensante ya es pasado. Los pocos exponentes que quedan desaparecerán pronto, y por el momento sus conciertos son tan caros que el público común no tiene acceso y por tanto no hay peligro de contaminación. Hemos logrados que aquellos que enarbolaron la izquierda y la canción protesta, se presenten solo para público selecto en salas selectas a precio de ópera. E incluso hemos logrado que algunos sean capaces de contradecir toda su mierda y ponerlos a hacer publicidad para perfumes y cremas. Objetivo cumplido: Todos son liberales.

Nuestra mayor victoria es que no tienen relevo, al menos en los medios de difusión. Misión cumplida.