martes, 22 de febrero de 2011

APATRIDAS Y TRAIDORES

Tres días antes de salir de Cuba, en agosto de 1994, sin querer, estuve muy cerca del epicentro de la gran revuelta que tuvo lugar en La Habana. El conocido: Maleconazo.
Mi hermana y yo habíamos ido a recoger unas cartas que debía traer conmigo a Bélgica, a casa de Ana María una amiga que vive justo detrás del Hospital Hermanos Almejeiras, cuando escuchamos el estallido. Sin entender qué pasaba, sin detenernos a averiguar, nos apresuramos a escapar lo antes posible. Ana María nos brindo su hospitalidad para permanecer escondidos en su casa hasta que todo hubiese pasado, pero nosotros solo queríamos llegar a casa y refugiarnos lo antes posible. Tanto mi hermana como yo teníamos todos los documentos necesarios para salir de Cuba en pocos días, que ya contábamos en horas regresivas, y solo un cubano sabe lo que eso significa. Así que corrimos a toda velocidad en dirección contraria, huyendo una vez más como estábamos acostumbrados, pero esta vez cruzando una avalancha de locos lanzando extraños gritos contrarevolucionarios, a escondernos cuanto antes bajo la cama si era preciso, temiendo ser confundidos con alguno de aquellos revoltosos que tiraban e incendiaban tanques de basura, rompían y vaciaban vidrieras y gritaban libertad.
Cuando llegamos supimos lo que estaba sucediendo realmente. Aquello fue, el levantamiento. La más importante y masiva revuelta contra el régimen cubano que haya habido jamás. Un hecho histórico.
Viendo hoy las imágenes de las revueltas en el mundo árabe no puedo dejar de recordar aquel día 16 años después, y preguntarme y preguntarme por qué ellos sí, por qué nosotros no, por qué huí, y peor aún, ¿lo haría hoy? ¿hacia dónde me fuí? ¿hacia la libertad o hacia el silencio? ¿hacia el confort o la penuria? ¿hacia el recuerdo? que no es otra cosa que un olvido aferrado a no serlo.
Aquella revuelta no comenzó por una causa idealista ni exenta de egoísmo. Sencillamente, unos cuantos desafectos, como yo, querían escapar de la isla intentando robar una lancha de la bahía. El comienzo fue un hecho delictivo en sí, y por eso pierde peso en la historia, como yo he perdido gravedad.
Tengo que intentar salvarme de esta loca culpabilidad que me corroe. Ninguno de estos dictadores árabes convirtió a sus conciudadanos en traidores como lo han hecho conmigo, con nosotros.
La dictadura cubana ha logrado tergiversarnos y volvernos insultos a todos; delincuentes, jineteros, gusanos, contrarevolucionarios, egoístas, enemigos, chivatones, sobrevivientes, empecinados, avergonzados, indignos, exiliados, apátridas, putas, ignorantes, cobardes y sobretodo en traidores. Con una moral parecida, no podremos ni sabremos enfrentarnos a nada más que a nosotros mismos. Tal y como llevamos haciendo 52 años.

3 comentarios:

  1. A todos no. Hay excepciones. Y eso elimina la infalibilidad de los efectos de la dictadura. Y eso elimina la justificación del contexto.

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  2. Hay que llamar la atención del mundo entero....Si Cuba no pasa a la democratia ahora no sé cuando...

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  3. bueno, los cubanos son humanos como todos... por mi trabajo te prometo que tambien en los paises arabes la mayoria son igual y las condiciones por las cuales de repente estalla y la gente "normal" empieza a levantarse son complejas... De los franceses en la segunda guerra mundial se dice: "en 1940 habia 40 milliones de "Pétainistes" y en 1945 40 milliones de resistentes..." El gran problema es effectivamente la falta de accesso a la informacion y el "lavage de cerveau" ideologico en Cuba, que no hay realmente en los paises arabes

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