domingo, 23 de mayo de 2010

LAS COLUMNAS DE LA VERDAD

Sin matices no hay razón, porque como la palabra indica, esta proviene de nuestra capacidad de raciocinio. No equivale a ninguna ley física demostrable de forma práctica e irrefutable, sino que depende de nuestra capacidad de interpretar, analizar y discurrir lo que se convierte en verdad a nuestros ojos. Esa que nos tomó tiempo en hacer lógica en nuestra mente, enlazamos neuronas según la riqueza de lenguaje que tengamos, sueños, experiencias, golpes y risas incluidas, y formamos razones que actúan como columnas para sustentar nuestra vedad, que luego compartimos y defendemos en un diálogo. Lo lindo y difícil, es hacer que un día, quizás durante un diálogo bien nutrido, la verdad se tambalee, baile, y según los cimientos en que fue construida, o la fuerza de las razones que hacen temblar e intentan debatir nuestra verdad, se mantenga erecta o caiga desmoronada, al menos por un momento, como aturdida, e incluso a veces, y solo para grandes dichosos, llegue a convertirse en ruina. Y digo dichoso, porque aquel que construyó columnas de razón, que fabricó su verdad y un día se atrevió a desmoronarla, y se puso a construir otra, recomenzó a vivir, y tiene en el curriculum de su alma, las hipótesis que le llevaron a construir, debatir, enterrar y resurgir. ¿Enterrar, enterrar? No creo. Una se forma sobre la otra, y se fortalece de los cimientos.
Una gran parte de la catedral de México, está construida sobre las ruinas de un templo azteca. Una verdad impuesta sobre otra. Pero el todo reposa sobre un terreno pantanoso, y, cada año, por su peso, se hunden un poco unas partes más que otras. Las zonas de la catedral que no tienen sus cimientos sobre las ruinas, se hunde más rápidamente que el resto. Como resultaba imposible edificar el subsuelo, y para evitar el desequilibrio que provocaría su inestabilidad y derrumbe, los científicos idearon un método para hacer hundir el todo. Son agujeros profundos provistos de unas llaves que al girarlas, hacen bajar el resto del edifico. Hay sensores digitales entre las columnas que alertan de cada milímetro de descenso, de diferencia, y se enroscan las llaves, apretando la tierra, hasta lograr un equilibrio temporal.

1 comentario:

  1. Cuántos de nuestra generación no sentirían admiración hacia sus padres al escucharles aceptar el desmoronamiento de su "verdad" sobre la revolución. Esa que ha sido el eje de sus vidas profesionales y de sus ilusiones y convicciones personales, sin haber sido quizás siquiera militantes de nada.
    Discutir con ellos, puede ser un ir y venir de argumentos sólidos. Con su convencimiento y su fidelidad a esa idea, siempre encuentran un punto flaco por el que desbaratar nuestros argumentos frescos y desprejuiciados.
    Nunca pierdo la esperanza de que la inteligencia -y no sólo las penurias- les lleven a lo que dices tu, a ser capaces de construirse una nueva verdad sobre los cimientos de aquella otra, ya mil veces masticada y analizada, hasta asimilar que ya no es verdad.

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