viernes, 3 de diciembre de 2010

VICTIMAS CULPABLES Y ASESINOS INOCENTES

EL mismo día que llegó a La Habana lo mataron a puñaladas. Cuando me enteré, luego del pesar que la noticia me causó, tan joven, tan lindo, tan fuerte, tan vivo, una pregunta maquiavélica me asaltó: ¿Fue la muerte tras él o él tras la muerte?
Vivía en Barcelona desde hacía diez años. Vivía con su mamá que finalmente había logrado traer. Podía decirse a simple vista que era feliz de esa supuesta felicidad que gozan los expatriados. Tomaba zumo en el desayuno y yogurt de sabor, tenía un teléfono movil y limitaba las llamadas a Cuba, se compraba ropa en rebajas, y cuando se las probaba, pensaba cómo se vería con ellas en La Habana, qué se diría de él al pasar con esa coba por las calles del barrio. En fin, aparentemente vivía en Barcelona pero no, en realidad pernoctaba, era un zombie sonriente, sonambulaba y sobretodo esperaba esos diez o quinze días anuales de vacaciones en la isla para despertar. Seis meses para hablar de su último viaje a Cuba, seis meses para hablar de su próximo viaje a Cuba. Al fin alguien que lo siguiera con la mirada y que le dijera un piropo, -ay un piropo, cuánto extrañaba un piropo- que lo descubriera en la noche y lo intentara seducir, que le abrazara con sudor y lo besara con fuego, que lo oliera con deseo, que lo mordiera suavemente y que luego le hablara en su lengua, en yoruba, en habanero, con la lengua medio quieta y la boca medio abierta, que le hiciera reír...
Pero, él sabía que en Cuba ya no era uno más. Que ya nada era real, ni siquiera ese febril deseo por el cual esperaba todo el año. Que había dejado de pertenecer y que esas miradas que lo arropaban eran falsas, que los piropos no eran canciones sino puro artilegio. El lo sabía pero siguió yendo. No solo siguió yendo sino que se aficionó y corrompió en el juego. La seducción desde el poder. El por soledad, el otro por necesidad, que comience la partida.
Lo mataron el mismo día que llegó. Nadie sabe y quizás nadie sabrá quién ni por qué, solo el cómo: Mucha sangre, sus manos estaban intactas, ni siquiera tuvo tiempo de hacer por defenderse, lo despojaron de sus pertenencias, dos cadenas de oro, dos sortijas y un brazalete, el reloj y la cartera. Otro caso para Mario Conde. Otro crimen de una víctima "culpable" del cual nadie hablará porque Cuba es un secreto maldito, es un silencio, un velo de acero, un no estadísticas, un sin lugar.

2 comentarios:

  1. Eric,me gusta esto que has escrito. Más por la parte que se refiere al lado de acá que al de Cuba, que por el título es la que a tí te motiva, la no justicia, el silencio de lo que allí no les interesa, etc.
    Yo me he quedado con la vida del cubano aquí. Y me ha parecido un retrato calcado de tanta gente que veo constantemente, que viven aquí con la cabeza allá, que viven para esos días de regreso, que ni disfrutan la vida que les ha tocado, porque sólo les interesa seguir allí, cuando en realidad ya no están ni estarán de la manera que sueñan. Y esa es la realidad de todo el mundo que se va. Hay que asumirla.
    Aunque no muera cada uno realmente cuando regresa, un poco es una metáfora de lo que le sucede. Hasta de los más recalcitrantes renegados he visto y escuchado palabras de decepción después de cada viajecito.

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  2. Amigo sin palabras , que descripcion tan calcada de tantos y tantos pobres que aun no cierran el libro de la vida ya pasada y vivida en Cuba , y el silencio sigue siendo el refugio de todo lo que impunemente continua ocurriendo en Cuba , Felicidades y sigue deleitandonos con tu maravilloso trabajo te quiero mucho

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