sábado, 10 de abril de 2010

DISIDENCIA PRIMITIVA? BLA BLA, MUCHO FUEGO Y POCA LEÑA

Hace pocos meses en Madrid, participé en una manifestación contra el régimen frente a la embajada de Cuba. Eramos una treintena. La embajada cubana se había preparado para el evento. Cerraron ventanas y postigos del edifico sede, y dejaron afuera altavoces que emitían música a todo volumen. Por una de las ventanas entreabiertas, salía el foco de una cámara de vídeo, filmando (o simulando filmar) a los presentes, como para advertirnos, tú y tú, no podrás entrar nunca más a tu país, les tenemos fichados. El habitualmente usado y más siniestro mecanismo de aniquilación jamás empleado: Cortarnos las raíces. Nuestros gritos reclamando: PALABRA, que no es cuestión de otra cosa, quedaron aplatados bajo la música que salía del edificio sede a todo volumen. Tan fuerte que percutía en los tímpanos y nos rompimos las cuerdas vocales intentando dejar pasar en algùn silencio musical nuestro ingenuo pedido. Yo estaba indignado. Si algún vecino pusiese la música a tal volumen, la policía española no se lo permitiría, pero la embajada cubana al parecer tenía el derecho de contraatacar a sus anchas.
Una vez más el régimen nos hacía saber que no va a escuchar nunca crítica alguna.
Al terminar la manifestación, con una sensación de frustración, nos fuimos a tomar unas cervezas cinco amigos, y conversando sobre lo ocurrido, se me ocurre instaurar una discusión para buscar un mecanismo que nos permita hacernos escuchar.
_ Vamos a organizarnos compadritos. Tenemos que buscar la forma de sensibilizar a la gente, de hacer que seamos más de una treintena, que no solo vengan los españoles que están casados con mulatas, que vengan también los jóvenes, los salseros, los artistas, la gente que simpatiza con Cuba, los que estuvieron de vacaciones y saben que todo es mentira. No podemos mostrarnos solo como insatisfechos gritones. Utilicemos la cultura, nuestra música, como hacen ellos, cantemos por la paz, por la palabra. Organicemos un concierto, una fiesta, y luego leamos el poema "Las abarcas desiertas" de Miguel Hernández, o una estrofa de Reynaldo Arenas.
_ Yo no pienso igual, yo creo que lo que debemos es cabildear. -dijo uno de los presentes.
_ ¿Cabildear? ¿Qué significa eso?
_ ¿Cabildear? -me dijo satisfecho de mi ignorancia- Es mostrar tu desacuerdo, es persuadir.
_ Si, de acuerdo, pero vamos a utilizar las armas para ello.
_ Yo no estoy de acuerdo. La cuestión es gritar y decir basta.
_ En efecto pero organicemos algo concreto.
_ Yo se está haciendo.
_ Bueno sí, pero hace falta más, algo que haga que no seamos cuatro gatos desgargantados.
_ Yo pienso que no es así.
_ ¿Qué no es así qué?
_ Lo que hace falta es cabildear.
... y durante una hora estuvimos definiendo el concepto de cabildeo sin decir nada.
Nos fuimos del café aún más cabreados e insatisfechos, sin haber llegado al más mínimo acuerdo.


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