domingo, 21 de marzo de 2010

La verdad de los sabios/ SARAMAGO Y GARCIA MARQUEZ


De estos dos sabios, genios del arte de contar, creadores de la lengua y por tanto de pensamiento mismo, conectores de alianzas neuronales, dibujantes de sueños con ritmo, en fin, dioses de la literatura, su opinión sobre el tema Cuba ha sido objeto de discrepancia y arma para muchos. Recuerdo la respuesta tajante de aquel amigo belga casado con una cubana, pero que asombrosamente votaba por el Frente Nacional, el partido de extrema derecha, porque según él no le iban los árabes, que aprendió a bailar salsa y hablar castellano con la lengua enredada, "pa'cerse labanero", puso la imagen de Fidel y la del Che junto a dos cocoteros plásticos a la entrada de su bar donde vendía ron y cerveza bajo la música de Manu Chao, y me preguntó un día cómo era posible que yo hubiese traicionado una patria tan bella. Me molesté, le llamé estúpido por haberme colocado el ridículo sello de traidor, y me responde que el estúpido no era él sino yo, puesto que los premios nobel de literatura, García Marquez y Saramago, pensaban como él.
¡Imagínate tú! ¿qué se puede responder a algo así? ¿Qué piensan los sabios?
Tengo la certeza que para alcanzar ese derroche de genialidad, estos dos monstruos del arte han tenido que pulir mucho el alma, y que cada frase escrita está hecha de amor, que son espíritus llenos de matices que han bailado tanto entre letras, comas, dolores y formas, que tal gramática soberbia y encajada solo puede salir de almas complejas y nobles. Por tanto, no puedo creer que Gabriel ni Saramago sean tan simples para dejarse imponer el "con o contra mi" que Castro impone a toda la sociedad. Me pregunto entonces, cómo fueron esos encuentros entre los sabios y Fidel. Me pregunto si estos aprovechan el momento para cuestionarle sobre la suerte de la palabra libre, sobre las coordenadas del punto de vista, aspectos tan importantes para la expansión del pensamiento. Si se atreven a contradecir o criticar al supremo, y digo atreverse, porque todo el mundo sabe que de la Sierra Maestra bajaron varios hombres y que los que no se convirtieron en mártires o fueron condenados al exilio, hoy tiene sillas mudas en una asamblea invisible. ¿Se habrán atrevido los sabios a decirle: "No estoy de acuerdo con usted Comandante" en al menos un mínimo detalle? O quizás en esos encuentros se limitan a escuchar, como simples fans, las proezas del valiente y este a decirles que son sabios, la maldad del imperialismo, del cambio climático, la belleza de los arrecifes, los peligros de la mafia rusa, sobre los pobre pateros africanos, no de los cubanos que no son más que traidores, y otros temas injustos que le gusta debatir en sillas confortables a los privilegiados, en los cuales nuestro carismático líder dirá que por sus bellas causas vale bien la pena imponer la forma.
Tanto los sabios como el dictador están viejitos ya, y antes de que murieran, me hubiese gustado escuchar los matices (dando por hecho que los hay) de este supuesto acuerdo y cordial amistad entre ellos, Fidel y el régimen castrista. Hay asuntos que cuanto menos turbios mejor, puesto que estoy seguro que a ninguno de los dos le gustaría ser objeto de manipulación de la opinión política de un lado u otro desde el más allá.

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