jueves, 4 de marzo de 2010

Explosión e implosión


El país entero, a fuerza de amenazas y miedos, fue metido en el agujero negro donde todo es implosión. Donde todo se revuelve hacia adentro y se recoge en sí mismo, aspirado, reabsorbido por un mecanismo que lo vuelve mudo e imperceptible para todos, o casi todos. Los pocos que creyeron oír o ver alguna chispa, lo contarán entre dientes a sus vecinos de más confianza y quizás la noticia se disperse como un murmullo sigiloso, pero nada más. Màs allá de la censura, es vivir en un nunca jamás. La implosión lo succiona todo, incluso al tiempo, y humedece hasta ahogar cada destello.


Llegar a este estado de inclusión, de no revolución, es el logro más grande de la llamada “Revolución cubana”. Y digo logro porque costó años de metódico esfuerzo.


Las explosiones, el antagonismo, son la base del surgimiento mismo. No hay nada más poético y vigoroso que la vida alrededor del cráter, el retoño después del triste y devastador incendio, el arrepentimiento después de la ira, el perdón que sigue a un impulso, el entendimiento detràs del diálogo y el abrazo reconciliatorio.


En la explosión, un nudo crece hasta súbitamente expandirse y destruir. La implosión corroe hacia adentro hasta quedar hecha un nudo.


No me atrevería a decir si una es mejor que otra. Imposible comparar, minimizar un desastre ante otro. Pero lo que sí puedo afirmar, es que detrás de la explosión surge la esperanza, detrás de la implosión no hay nada. Es retrógrada.


Las escenas de las explosiones son súbitas, cinematográficas, y sensibilizan a todos por ser amenazantes, pero la implosiòn social no se precisa desde afuera, y para el espectador distante pasan ajenas e inadvertidas.


Cuba ha sufrido durante años las consecuencias de una implosión que ha ido pudriendo el país devorado por termitas voráces. Hoy temo y deseo la explosión inminente en mi isla. Temo esas escenas en que los sobrevivientes aparecen detrás de los escombros llenos de cenizas, avergonzados, recogiendo los pedazos donde llevaron con su participación o inercia su mundo. Por inercia se es culpable. Por creer que no nos incumbe. El asunto es que ya no se implican solo las fuerzas protagonistas del antagonismo como en los tiempos del campo de batalla. Ahora estamos todos dentro. Es por eso que me sorprendo tanto cuando escucho decir a alguien que intenta exonerar su vida de la historia: “Yo no me meto en política”. Lo siento pero, todo es política, no decir es una acción política, cobarde, pero política y hoy, todos estamos implicados. La casa se derrumba. Te guste o no, estás en la "fiesta del guatao" y como dice el dicharacho cubano, puede acabar muy fea.



1 comentario:

  1. Erik, escribe ciertamente, es asi olvidamos, no hablamos, callamos, y respondemos no queremos saber, porque los golpes bajos, profundos aun estan ahi, doliendo, a mi nunca me gusto la politica, como a otros, yo siempre quize vivir mi liebertad, la vivo, parte de mi se quedo entre la familia, la otra parte que tengo en estos frios, es mas fuerte, pero puedo entenderte, si la fiesta del guatao estaremos todos, puede acabar fea, porque no intentar terminarla como aquellas fiestas de nuestra adolecensia, nos vas al Sotano a escuchar rock....

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