jueves, 18 de noviembre de 2010

AMIGOS DE ANTES DE.


Esta tarde estuve en casa de un amigo que conozco desde el pre. El vive con su amigo. Me invitaron a pasar y nos sentamos en el amplísimo y confortable sofá del salón, justo frente a la Tele, encendida, a bajo tono, casi inaudible pero, de vez en cuando, cuando coincidíamos en un silencio, se escuchaba un alarido. Miro la pantalla. Tele 5. "Salvame". Eran los habituales presentadores, que como de costumbre, se burlaban unos de otros y se chillaban otros a uno. Hago un comentario cínico, como siempre, estilo: Ñoo, eso vuela bajito. En ese momento, suena el teléfono. Mi amigo pierde su calma. Se deshace de la mano cariñosa de su amigo que acariciaba su pie mientras hablábamos. Me dice irritado por encima del timbre que estaba harto de esa llamadita. Y antes de contestar me dice: Esta va a saber lo que es bueno. Respira profundo, descuelga el móvil, responde sereno. Dígame. Un silencio. Oyeme chica, ¿yo no te dije que yo estaba trabajando? ¿Cuántas veces al día me vas a llamar para hacer publicidad? Otro silencio. Ah tú me vas a decir que ese es tu trabajo. Llamarme 7 veces cuando te da la gana para decirme que cambie de compañía. Eres una tiñosa. Otro silencio. Pues si ese es tu trabajo, cámbiate o vete pal paro, pero a mi me dejas tranquilo, que si me quiero cambiar de compañía yo me la busco. Así que chao. Colgó y volvió a serenarse. Volvimos a Cuba. Retomamos el tema de su viaje súbito. Que estaba obligado a ir porque su mamá estaba enferma. Que le llevaba medicinas. Una fractura espontánea. La gravedad nos atrae, casi nos aplasta. Vamos al centro de la tierra, me pregunta: ¿Cuánto puedes mandarle esta vez a Maria Antonia? Para eso habíamos quedado. Maria Antonia es otra amiga de antes, del antes de. Ella nunca pudo irse. Quién lo iba a decir. La más bella de las bellas. Que cuando se quitaba el uniforme y se aparecía en una de nuestras fiestas estudiantiles de la facultad de Medicina, llegaba sobre sus talones, relevando revelando sus formas morenas, unas argollas a medio cuello y su pelo engatusado. Era una aparición. Ninguna mirada podía evitarla, ni la de un ciego porque este oiría su pisada. Qué ritmo tenía, o tiene Maria Antonia.
Ella se quedó en Mantilla. Aún es médico de la familia en Mantilla. Hace 18 años que no nos vemos. Su casa se está cayendo. Mi amigo viajará en la máquina del tiempo. Le llevará también mi abrazo.
Y luego, con la misma, me mira a los ojos y me pregunta, ¿y tú, cómo vas? Y me escucha contarle cómo ando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario