martes, 9 de noviembre de 2010

HERIDAS, LUEGO RENCOR, LUEGO JAULA

Los cubanos exiliados hablamos de heridas. Unos por concepto propio de vida alimentan el rencor para justificar y entender las curvas del camino. Otros como mecanismo de defensa a la nostalgia, como forma de sentirse atados a la isla. Otros como método de subsistencia, y en este caso, no importa de qué Cuba se trate siempre que su Cuba sea el centro. Con Fidel o sin él. Habla de Cuba y me pagarás por ella. Primero soy cubano luego ser humano. El mundo gira alrededor de ella.
El chovinismo, ese término francés que le debemos al tal Nicolas Chauvin, debería traducirse Cubanismo, porque nosotros lo reinventamos.
Siempre me acuerdo de aquella canción de los Van Van que cantaba Mayito que decía: "A recogerse, que llegaron los cubanos". Y es categóricamente así, A RECOGERSE.
Cuando entramos en la pista de baile, entre vueltas, despelotes y desplazamientos, repartimos codazos a diestra y siniestra. Todo el que baile alrededor corre el riesgo de salir lesionado.
Siempre fuimos así, pero una vez exiliados, inundados por otras culturas, la identidad se convierte en una cuestión de honor. No me confundan con un indio, ni con un africano, y mucho menos con un árabe.
Pienso que esta reinvindicación casi paranoica de la cubanía, es lo que hace que despertemos tantos sentimientos extremos en los otros. Hay quienes nos quieren mucho, hay quienes nos aborrecen.
Quizás sea el hecho de sabernos exiliados definitivos lo que nos obliga a marcar el terreno, como hacen los animales con sus meaditas.
Lo cierto es que, todo el que se aproxime a un cubano conoce las consecuencias. Cuba es el centro de mundo. Allí nació el sabor, allí nacieron las injusticas y, como buen cubano, tengo el mismo problema, sobretodo en el caso de creerme el supersabroso. En cuanto a lo segundo, no.
Juro que esa enfermedad no la padezco. No creo que Cuba sea la injusticia mayor. Y pienso que, cincuenta años después, no se puede hablar de injusticia pasiva. Tenemos lo que merecemos, lo que en algún sentido nos buscamos. Y el primer culpable, soy yo.
¿Qué hubiese sido de la historia de Cuba si todos nosotros, los cubanísimos, los millones de exiliados que estamos esparcidos por el mundo, estuviésemos hoy allá apoyando a Yoanis Sanchez y a las Damas de blanco? ¿Si el valor que pusimos para arriesgar la vida en balsas de fortuna lo hubiésemos puesto en sabotear el sistema?
¿Saben qué? Pienso que otro gallo cantaría.

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